02 mayo, 2012
Muere Eduardo Guzmán uno de los hermanos de Quelentaro
El integrante del dúo folclórico Quelentaro, Eduardo Guzmán, falleció a las 04.30 horas de hoy 30 de Abril en el Hospital Clínico de la Universidad Católica, lugar donde estuvo internado desde el pasado 21 de abril, cuando fue ingresado por un accidente cerebro vascular.
Según se comunicó, los restos del músico no serán velados, siendo trasladados hasta el Cementerio de Maipú para ser cremados y luego llevados hasta su hogar.
Quelentaro fue conocido mayormente como el dúo formado por los hermanos Guzmán, y durante los últimos meses su equipo trabajó en el Congreso y el ministerio de Cultura buscando reconocimiento de las autoridades y apoyo económico, sin resultados hasta ahora.
Por Oscar Rosales www.elmartutino.cl
Ayer brilló un relámpago negro sobre nuestra copia feliz del Edén. Y después vino el trueno, con su ruido ancestral y omnipotente, recordándonos la pequeñez y fugacidad de nuestra existencia. Y es que no me puedo imaginar de otra forma la repentina partida de Eduardo Guzmán, músico fundador del Quelentaro. Este lunes, a las 4:30 de la madrugada, un accidente cerebro vascular acalló para siempre a uno de los pocos hombres de nuestra tierra de los cuales se puede decir que de verdad representó la voz del pueblo, sin que eso suene a cliché.
Quelentaro fueron pioneros en nuestro país en registrar y difundir de manera amplia el arte de la Copla o “cantar hablado”, con un discurso que retraba de manera cruda y realista las penurias de la clase obrera y campesina. Ahí tenemos su impactante “Cesante”, el himno por excelencia de los sin trabajo, que ilustra con una dureza tremenda el drama y la vergüenza de la desocupación, dándole rostro y relato a esa realidad que las estadísticas nos ocultan. También podría citar esa especie de manifiesto que es “Leña Gruesa”, donde dicen “quiero escuchar me digan, de dónde sacan la risa, aquellos que son contentos (…) Yo tengo un corazón grande, me creció con privaciones, me creció con injusticias, se agrandó con sobrenombres (…) Hablo el hambre y el camino, canto la mierda y el vino, nombro rencor y delirio, porque yo soy pueblo y digo: pueblo triste, pueblo hundido, pueblo explotado y lo digo palabra tan chiquitita, que te han sacado partido”.
Su compromiso siempre fue con su arte y con la gente. Por vocación propia se mantuvieron al margen de la industria de la música, asumiendo la consecuencia de tener jamás una figuración importante en los medios de comunicación. Sólo recientemente, y como un verdadero acontecimiento, la televisión chilena saldó la deuda histórica que tenía con esta agrupación que en su momento fue parte importante de las campañas de difusión artística del Gobierno de Salvador Allende. Sus discos son autoeditados y sólo en un par de radios en la V Región es posible escuchar sus composiciones. Pero al igual que el campesino, labraron con esfuerzo su propio camino, donde florecieron las semillas de sus creaciones, que les aseguraron un grupo importante de seguidores y, lo más importante, un respeto bien ganado. Tanto así, que en una entrevista concedida en el año 2009 al diario la Nación, Gastón mandaba a decir a los medios de comunicación que “ustedes ya no pueden hacer nada, ni para ayudarnos, ni para cagarnos”. Quelentaro estaba ya más allá de muchas cosas.
Recuerdo en este momento que una vez, hace cinco años atrás más o menos, me encontré con los hermanos Eduardo y Gastón Guzmán, de pura casualidad; estaban probando sonido para una presentación en la Piedra Feliz. Me quedé un momento y, de repente, en una pausa que hicieron, mis ojos se encontraron con los de Eduardo. Su mirada irradiaba una especie de venerable severidad y en su ceño parecía cargar con todo el enojo de los que han aguantado siempre el peso de una sociedad injusta y mentirosa. Era algo que intimidaba. Desde ese momento siempre he pensado que el poeta Pablo de Rokha debe haber tenido esa misma mirada de piedra.
Quelentaro no termina con la partida de Eduardo Guzmán. De hecho, es como un retorno a uno de sus momentos más emblemáticos, cuando tras el Golpe Militar él tuvo que exiliarse y desde el extranjero mantener un intercambio epistolar que Gastón se encargó de musicalizar, asumiendo él la representación del Quelentaro. Ahora esas cartas recorrerán distancias mayores, se leerán con el alma y volarán como canciones. Pero mientras al Pueblo no le devuelvan la sonrisa que le arrebataron, seguiremos escuchando la voz del Quelentaro.
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