Tal como observaron los primeros cronistas que se internaron en el territorio americano meridional, en una vasta ocupación territorial, que se extendía desde las cumbres volcánicas andinas hasta las desembocaduras de los ríos al sur del Itata, existían concentraciones poblacionales prehispánicas -como Pitrén (300 DC – 1200 DC) y Vergel (1100 DC – 1600 DC)- que compartían una misma lengua conocida como mapudungún.
A pesar de la unidad lingüística, las investigaciones que han ahondado en el desarrollo cultural del territorio mapuche reconocen algunas variaciones en las tradiciones. Estas diferencias obedecerían principalmente a las distintas experiencias humanas ocurridas en medios naturales tan diversos como la costa, la cordillera, las pampas orientales y los valles. La singularidad de cada uno de estos espacios, y las diferentes formas de adaptación al medio que los grupos generan para su subsistencia, produjeron con el tiempo manifestaciones culturales diversas al interior del pueblo mapuche.
Antes del siglo XVI, el mapudungún era hablado hasta los territorios semiáridos atravesados por el río Choapa. Aunque hasta hoy se discute sobre las familias lingüísticas y la procedencia de esta lengua, se cree que su extensión involucraba la serie de valles fértiles que descendían desde los Andes hacia el sur: el Aconcagua, el Maipo, el Mapocho, el Cachapoal y el Maule, abarcando todo el centro sur de Chile hasta llegar a la isla grande de Chiloé.
En tiempos históricos, las comunidades que utilizaban el mapudungún como lengua franca se autodenominaban mapuches o reches. Más adelante estas comunidades serían conocidas por los españoles como araucanos, término que pudo tener su origen en el denominativo auka o purun auka que recibieron de parte de los incas. Este vocablo quechua era utilizado por los incas para referirse a aquellas poblaciones rebeldes, enemigos o salvajes, ubicadas en los confines del Tawantinsuyu durante los siglos XV y XVI.
La prolongada Guerra de Arauco permitió un aislamiento cultural y también lingüístico que se mantuvo hasta fines del siglo XIX, época en la que comenzó la ocupación de la Araucanía. Desde entonces, progresivamente la cultura y la lengua española se internó en el territorio araucano, donde anteriormente poco se conocía. El fomento y la expansión educacional desplegada en la zona, fueron ambos procesos formativos que finalmente fomentaron la incorporación del castellano y el bilingüismo entre los mapuche.
El estudio del mapudungún fue iniciado en el siglo XVII por el padre Luis de Valdivia y continuado más adelante por Rodolfo Lenz quien, a finales del siglo XIX publicó sus Estudios Araucanos dando inicio a una prolífica edición de trabajos sobre la lengua mapuche. Decenios más tarde, el capuchino Félix José de Augusta editó la primera Gramática Araucana (1903) y el Diccionario fundamental de la lengua en 1916. Tres décadas después de estas ediciones se publicó el primer glosario de topónimos escrito por Wilheim de Möesbach el año 1944.
En tiempos recientes, y luego de numerosos trabajos sobre literatura oral en mapudungún divulgados desde la década de los setenta, Adalberto Salas publicó Lingüística mapuche y El mapuche o araucano, texto que además de una importante antología de cuentos, contiene traducciones bilingües al inglés y español de gran importancia para la docencia y difusión de la lengua mapuche.
Según el lingüista Fernando Zúñiga, se estimaba que en 1982 había 202.000 hablantes de mapudungún en Chile, incluyendo los dialectos pehuenche y huilliche, y 100.000 hablantes en Argentina según sondeos del año 2000. Encuestas recientes señalan que existen entre 140.000 y 400.000 personas que hablan mapudungún, dependiendo de qué significa ser hablante y de cuántas personas se autoidentifican como mapuches. Según el mismo autor, el diagnóstico superficial vislumbra una notoria disminución en la importancia y la vitalidad del mapudungún. Todo apunta a que esta lengua podría rápidamente convertirse en una lengua minoritaria al ser abandonada por un número sustancial de sus hablantes. Por esta razón, junto al deber del Estado y las entidades privadas de fomentar el habla y el estudio del mapudungún en ciertas situaciones y contextos sociales específicos, el gran desafío planteado por la situación actual de esta lengua dice relación con el desarrollo de métodos mediante los cuales los especialistas promuevan el habla del mapudungún entre padres parlantes y sus hijos. De esta forma la lengua sería conservada en vigencia al ser traspasada de generación en generación.
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