Habitantes de las alturas
Integrado por más de 3 millones de personas que se distribuyen entre Perú, Bolivia y Chile, el pueblo aymara es hoy una de las etnias más importantes de Sudamérica. Dotados de una fuerte cohesión étnica que se sustenta en el uso de una lengua y organización social propia, los aymaras han sobrevivido a siglos de explotación económica y aculturación forzada, adaptándose exitosamente a los más diversos contextos políticos.
Los primeros pueblos de lengua aymara se asentaron en las áreas vecinas al lago Titikaka y el altiplano surandino en el siglo XII, tras la destrucción del gran centro ceremonial de Tiwanaku. Un siglo después, formaron los señoríos y confederaciones étnicas que, con base en el altiplano, colonizaron los valles al oriente y poniente de la cordillera de los Andes, accediendo de esta manera a distintos pisos ecológicos. Hacia mediados del siglo XV, los incas conquistaron el altiplano y sometieron a los señoríos aymaras.
La conquista española, llevada a cabo por Francisco de Pizarro en 1532, inició un período de profundos cambios para la sociedad aymara. Los indígenas fueron repartidos en encomiendas, mientras que las nuevas enfermedades traídas de occidente causaban estragos en la población nativa. El sistema colonial alcanzó su madurez con las reformas introducidas por el virrey Francisco de Toledo en la década de 1570, quien ordenó la reducción de los indígenas en pueblos, el traspaso de las encomiendas a la corona española y el envío anual de trabajadores a las minas de plata de Potosí. Asimismo, en esa misma década se instalaron las primeras misiones estables en territorio aymara, las que iniciaron una activa campaña de extirpación de idolatrías. En el altiplano de Tarapacá todavía se pueden ver las cientos de iglesias que fueron construidas durante el período colonial, algunas de las cuales son verdaderas joyas arquitectónicas.
Durante el siglo XIX, la población aymara quedó repartida en tres países distintos. Las nuevas fronteras nacionales que se fijaron tras la guerra del Pacífico cortaron los lazos históricos entre los aymaras de Tarapacá y los del resto del altiplano, impidiendo el acceso a los distintos pisos ecológicos característico de la organización territorial aymara.
A principios del siglo XX, las autoridades chilenas iniciaron una intensa campaña de chilenización de la población aymara de Tarapacá, a través de la educación pública y el servicio militar, la que se vio reforzada por la creciente migración a las ciudades, que traería profundas consecuencias sociales. El proceso se masificó a mediados del siglo XX, debido al empobrecimiento de las comunidades aymaras del interior, y al auge que vivió Arica tras la creación del puerto libre.
Los aymaras que migraron a las ciudades costeras de Tarapacá crearon complejas redes de intercambio con sus parientes campesinos, a la vez que aprovecharon las oportunidades que abrió la integración económica con Perú y Bolivia en la década de 1990. Predominantemente urbana, la población aymara de la actualidad ha logrado recrear una identidad propia en un difícil tránsito a la modernidad
fuente: memoriachilena.cl
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