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17 septiembre, 2009

Maria Estér Zamora y Pépe Fuentes


María Ester Zamora y Pepe Fuentes Los dueños de la fonda eterna María Ester Zamora y Pepe Fuentes han resucitado el folclor más tradicional.
POR MARCELA ESCOBAR Q. PRODUCCIÓN MÓNICA MARCHANT
Aun costado de la puerta de esta casona en avenida Matta, una botella vacía de Rhin Undurraga se llena de polvo. Es la única advertencia de que arriba, subiendo la escalera, se brinda a la salud de la cueca el año entero. No es un secreto pero sí una de esas cosas que se transmite de boca en boca entre los amigos: aquí viven María Ester Zamora y Pepe Fuentes, folcloristas, músicos, cantantes y esmerados anfitriones, que convierten su casa en fonda cada primer domingo del mes.Este es el lugar donde Álvaro Henríquez, el vocalista de Los Tres, se siente en familia. Aquí el actor Daniel Muñoz canta cuecas bravas y usa dos platos de té a modo de pandero. Aquí The Clinic agasajó a los ganadores de su concurso de cuentos, con cebollas en escabeche y arrollado de aperitivo. Esta es la casa que se convirtió en boliche para la memorable escena de la serie "Los 80", cuando Juan estaba de viudo de verano y su amigo Exequiel lo invitaba a un clandestino. Aquí han almorzado Enrique Maluenda, José Alfredo Fuentes, Javiera Parra, Boris Quercia, Marcelo Cicali, dueño del Liguria, y Gael García Bernal. Nadie ha llegado sin anunciarse porque esto no es una picá, sino una casa de familia. Nadie entra sin la aprobación del matrimonio Fuentes Zamora.María Ester comanda todo desde la cocina. Tiene 61 años pero se ve más joven. Hija del folclorista Segundo Zamora, su vida ha girado alrededor de la música nacional, las quintas de recreo y la buena mesa. Por eso en su casa el menú es, siempre, comida chilena.–¡Oye, hay porotitos granados! –grita desde el living hacia la cocina, donde alguien ha hecho sonar unos cubiertos.Los domingos de cueca, María Ester no está sola con el almuerzo: un grupo de amigas la ayuda en la preparación de los platos.–Los amantes del folclor se ponen –dice María Ester–. Es como la mesa del té Club: todos juntos, todos son amigos, todos se quieren. La mayoría son artistas y amigos de los artistas. Esto no es para que venga cualquiera que pase por la calle. No es un restorán. Es la casa de nuestros amigos.

Nosotros recibimos a quienes queremos.En la casa caben 80 personas, repartidas en mesas habilitadas en el comedor y en una larga habitación que termina en el bar. Previo a cada domingo, los asistentes se anotan en una lista y si no pueden ir, avisan para que María Ester pueda convidar a otros. Todos aportan con algo de dinero para los gastos. Hay domingos en que la reunión comienza a las 2 de la tarde y termina a las 2 de la mañana. Hay domingos en que algunos no llegan a almorzar y se suman al jolgorio que viene después del postre, donde se cantan y bailan preferentemente cuecas, pero también tangos, boleros, "música del recuerdo", como describe María Ester.El tiempo que vivió en Argentina dejó en Pepe Fuentes un acento sutil. A sus 76 años, este hombre de baja estatura que usa lentes y viste de terno cuando se sube al escenario, no descansa. "Hay que trabajar", dice, "no hay otro invento". Y su casa convertida en La casa de la cueca –así la llaman quienes la visitan– es, de algún modo, otro trabajo más.
"No es negocio ni lucro. Esto es un acuerdo con mucha gente", insiste, "porque no hay dónde estar, no hay dónde ir".LA CUECA JOVENPepe Fuentes y María Ester Zamora viven aquí hace quince años. Antes de instalarse en avenida Matta, arrendaban locales donde organizaban jornadas para reunir a sus amigos para bailar y escuchar cueca. Ella dice que hace 25 años no había lugar para disfrutar de esta música. Él dice que, de pronto, la bohemia se murió.–Nosotros seguíamos trabajando –recuerda María Ester–. Mi padre, Segundo Zamora, tuvo quinta de recreo; luego con mi hermano Pedro tuvimos un local, Aquí está el guatón Zamora, allá en Estación Central, siempre con cuecas. El público que iba era un público mayor. No estábamos en contacto con la gente joven.Porque lo que ocurre ahora es así: Pepe Fuentes y María Ester Zamora son, de alguna manera, los padres de la cueca para toda una generación de músicos jóvenes. Ellos les han enseñado no sólo cómo y qué cantar, sino que se han convertido en el motor de un circuito cuequero que funciona a pulso. En la casa de los Fuentes Zamora ensayan bandas, se reparten volantes de recitales, se organizan actos de beneficencia para músicos enfermos. Esta casa se llena de jóvenes que quieren conocer o reencontrarse con esta música."Es un lugar patrimonial en todas sus formas", dice el fotógrafo Francisco Bermejo, quien ha retratado a la pareja para una exposición de fotos sobre la cueca brava y que este año las publicará en un libro. Agrega: "En estos días en que Chile busca cómo celebrar su Bicentenario, siento que en La casa de la cueca hace ya mucho rato se hace de forma espontánea".Marcelo Cicali, dueño del restaurante Liguria y habitué de La casa de la cueca, dice que "en Chile no existe nadie que tenga la tremenda pasión por la cueca que ellos tienen". Y sigue: "No tengo palabras para agradecer todo lo que ellos nos han enseñado: solidaridad, compañerismo, entrega, respeto, pasión, humor, amor", agrega.Ellos, sin embargo, dicen que fue otro quien resucitó a la cueca.–El renacer, no me cabe duda, es gracias a Álvaro Henríquez –dice María Ester–. Clarísimo. Cuando él se puso a hacer cueca, un rockero, masivo, les abrió los ojos a los jóvenes.Hace doce años, Álvaro Henríquez conoció la música de Los Pulentos de la Cueca, el grupo creado por Pepe Fuentes.–Él ya había estado haciendo cueca, le había enseñado Roberto Parra. Estaba bien, pero quería buscar otras cosas. Y escuchó a Los Pulentos de la Cueca. Ah, esto es lo que yo quiero, dijo. Quería ubicar al que tocaba el pandero –recuerda don Pepe.–Él creía que Pepe Fuentes, que creó y dirigió los Pulentos, tocaba el pandero no más –completa María Ester–. No sabía que es músico, que toca la guitarra, el bajo, que hace los arreglos. Alvarito quería ubicar esa manera de tocar el pandero, de hacer la segunda voz, la mezcla que había de voces.Luego del primer encuentro, Álvaro Henríquez visitó a Pepe Fuentes en su casa. Un día se quedó a almorzar y conoció a María Ester. "¿Usted también canta?", le preguntó.–Él no sabía que yo era hija de Segundo Zamora.

Nos hicimos amigos del alma.Ese mismo año, Pepe Fuentes participó por primera vez de la Yein Fonda, cuando ésta se levantaba en la Plaza Ñuñoa. Al año siguiente, en la Estación Mapocho, se sumó María Ester.–Estar con Alvarito es lo mejor que nos puede haber pasado –dice ella–. Nosotros vemos el respeto grande que tienen los jóvenes por los viejos artistas y que aman y respetan la cueca. Antes, la gente de la Plaza Italia para allá no tenía nada que ver con la cueca, y ahora es al revés: es donde más gusta nuestra música.LA CUECA DEL AMORLa historia de amor de María Ester y Pepe Fuentes se armó y desarmó gracias a la música. Ella dice que lo conoce casi desde siempre, desde que era una niña de 5 años que daba vueltas alrededor de su padre, Segundo Zamora, y de los músicos que lo rodeaban en su quinta de recreo de avenida San Pablo. Pepe Fuentes era uno de ellos. Por entonces, Pepe ya tenía más de 20 años. Había nacido en Carahue en medio de una familia habituada al folclor: su papá tocaba la mandolina; su mamá, la guitarra; su abuela, el arpa.–Pepe era el predilecto de mi padre. Era un joven talentoso, siempre estaba en las fiestas –recuerda María Ester–. Tenemos fotos donde yo tenía 9 años y ahí aparece el Pepe, tocando la guitarra. Yo tenía 11 cuando él comenzó a llegar más seguido a la casa. Ahí empezamos a pololear. Pepe es 16 años mayor que yo, pero no se notaba, yo era muy agrandada. Él me iba a dejar al colegio a escondidas de mi papá.Dicen que fue un pololeo a la antigua: se escribían cartas, se tomaban de la mano, él la acompañaba hasta el colegio y la esperaba a la salida. Cuando María Ester tenía 13 años, Pepe Fuentes partió de gira. Le dijo que sería un viaje corto.–Me fui por 22 días y volví a los 22 años. Aquí había trabajo a destajo pero a mí me gusta conocer –reconoce Pepe Fuentes–. Me fui a Mendoza y se empezó a alargar la gira. Comencé a estudiar música, los argentinos me enseñaron lo que no me quiso enseñar ningún chileno. Regresé el 82. Yo estaba acostumbrado a andar en la noche, y aquí no se podía salir.Durante esos años, María Ester mantuvo la esperanza de que Pepe regresara pronto. Pero de Argentina partió a Europa y unos amigos que lo vieron allá le dijeron a María Ester que él se había casado.–Eran puras mentiras. Yo creí, Dios mío, me quería morir. No quise saber más –afirma María Ester–. Nunca lo olvidé, jamás.Cuando Pepe regresó, ella tenía 40 años y tres hijos, mientras que él seguía soltero. María Ester dice que no lo había pasado bien, y que no lo pensó dos veces cuando Pepe le pidió matrimonio. Hace 21 años se casaron a la chilena, llegaron a la iglesia en una victoria con un chofer vestido de huaso, bailaron cueca en la puerta de la capilla y brindaron con chicha en cacho. Allí estaban todos los amigos: el avemaría lo cantó Arturo Gatica. La marcha nupcial estuvo a cargo del acordeón de Rafael "Rabanito" Berríos. Mil copihues engalanaban las mesas.En el mismo lugar donde celebraron su fiesta –el casino de suboficiales en retiro–, el matrimonio Fuentes Zamora comenzó a organizar sus jornadas. El resto ya es historia.–Nosotros somos felices porque hacemos lo que nos gusta –dice María Ester–. Cuando estoy arriba del escenario cantando cueca, me emociono, la canto con brío. A veces dicen que la cueca no vende. Pero eso no es cierto.No lo es: los comensales que vendrán al almuerzo de mañana, primer domingo de cueca del año, ya confirmaron su asistencia. Mañana, en la casona verde de avenida Matta, la cueca será larga y regada

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